Una leyenda tucumana como extraída de una película
Fiestas, lujos, romance, episodios paranormales es todo lo que reúne la leyenda de El Castillo del Castoral, un sitio ubicado en las afueras de Simoca.
El Castillo del Castoral encierra un pasado de misterios y una historia de amor. Ubicado en las afueras de Simoca, a orillas del río Salí, fue construido por el alemán, Otto Ruckaeberle. La leyenda cuenta que Inés Beruti, una mujer francesa, muy hermosa, le pidió al alemán la construcción de esta propiedad como prueba de su amor.
Una vez construido el castillo, se realizaban fiestas en el lugar donde abundaban los lujos, predominaba el licor, las mujeres y la música; y sus invitados, junto al personal de servicio eran extranjeros. Alrededor del 1913 y sin dar explicaciones por parte de su dueño, el sitio quedó abandonado.
El castillo recibió ese nombre porque en ese lugar se cultivaba el castor de cuyas semillas se extraía un aceite tipo industrial, que el alemán comercializaba en Europa. Actualmente, el sitio se encuentra en ruinas y, desde que cerró sus puertas, se originaron muchas leyendas que encierran misterios, por ejemplo la leyenda de “la luz”. Los lugareños aseguran que en el castillo se eleva una luz hasta una determinada altura y esta se dirige hasta el cementerio, y luego regresa al mismo lugar.
Otra leyenda que se cuenta en las afueras de Simoca es que las luces del salón blanco de la Casa de Gobierno de Tucumán pertenecían al Salón de Fiestas del Castillo “El Castoral”. Las personas que trabajan en esta sede, por ejemplo los guardias que custodian la Casa de Gobierno, aseguran que por las noches se escuchan pasos, pero cuando van a ver si alguien quedó adentro, quizá cumpliendo todavía con sus trabajos, de repente se dejan de oír aquellos pasos y no se observa absolutamente nada. El personal de seguridad no puede explicar qué es lo que pasa en este sitio.
También existe un testimonio del cuidador del castillo, el señor Zenón Juárez, quien decía que, en la temporada de invierno, permanecer en ese lugar era para valientes.
¿Por qué afirmaba esto?
Porque este sereno afirmaba que, en sus recorridos por el castillo, se oían pasos imponentes y él lo relacionaba con el alma del dueño del castillo que paseaba por su propiedad. Cuando escuchaba estos lentos pasos, se apresuraba a llegar donde se los sentía más de cerca y, cuando por fin se aproximaba, no había nada. Se estremecía, pero luego seguía con sus labores. “Una noche se nos presentó un joven extranjero y nos pidió que lo dejáramos pasar la noche en la casa. Le advertimos que se escuchaban cosas raras. No sabía decir qué le sucedió esa noche, pero amaneció en la puerta del Castillo muy asustado”, relató Juárez.
De este tipo de leyendas hay muchas, y una que se afirma con certeza, y que se relaciona con la riqueza que poseía el señor Otto Ruckaeberle, es que el alemán había hecho un pacto con el Perro Familiar. Su éxito, una vida de lujos, un romance con una de las mujeres más codiciadas por su flamante belleza, y luego los sucesos paranormales que abundan en ese lugar, son todos episodios que los lugareños hasta hoy lo asocian con este pacto.
Son mitos, son leyendas, todas atrapadas en el misterio, pero hay un refrán que podemos asociar a esta historia: “Cuando el río suena, piedra trae”.
Ahora está en vos de creer o no, pero lo cierto es que, en 1913, El Castillo del Castoral fue abandonado y, hasta el día de hoy, no hay respuestas por esa decisión. Tampoco se sabe dónde se fue a vivir este alemán y si continuó con su romance con la francesa, a la que todos recuerdan como una bella dama.
Fte e Img: Ser Argentino
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