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LA MODA DE 1816

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Vest1816

20 datos curiosos sobre la moda en 1816
Los especialistas Jorge Moragues y Gabriel Di Meglio nos cuentan cómo era la vestimenta en la época de la declaración de la independencia. A un artesano, vestirse completo le llevaba dos meses enteros de sueldo.
En el siglo XIX, antes de la industrialización y de la importación masiva de textiles de Inglaterra, la ropa era una de las cosas más caras que había, porque era artesanal”, dice Gabriel Di Meglio, historiador y director del Museo del Cabildo. Esta información surge del libro “Los talleres de la revolución” de Lyman Johnson, que es una historia popular de la Buenos Aires virreynal. Ahí, el autor habla sobre los trabajadores –principalmente los artesanos–, que se dedicaban a producir sombreros, zapatos y ropa.
Existía un mercado negro, que funcionaba donde ahora está el Congreso, en el que se vendía ropa robada. Una frase común entre los ladrones era: “vamos desnudando gente”.
Había casos judiciales donde peritos de la policía se dedicaban a identificar, por ejemplo, de quién era un capote (una capa larga). No había tantos, entonces había pistas que se podían seguir y uno iba viendo cómo una ropa robada podía dar vuelta la ciudad, desde uno que la empeñaba, otro le perdía la pista y así, hasta que la recuperaban”, describe el historiador.
En esa época, una persona pobre no usaba levita nunca. No tenía forma de comprarla y además no se la hubiera puesto, la hubiera vendido. Los miembros de la Primera Junta usaban levitas o fracs, ese era un gran distintivo.
Para el director del Museo del Cabildo, que la elección de prendas funcionara como un indicador de clase social es una diferencia con la actualidad: “Hoy en día, un rico y un pobre usan jean, lo que cambia es la marca y la calidad y la diferencia en el costo entre uno y otro puede ser enorme, pero la prenda es la misma”.
 
También agrega que los de chaqueta o casaca eran artesanos, pulperos, comerciantes; los sectores medios solían usar pañuelo en la cabeza; y los de levita o frac eran los ricos, los dirigentes, y todos los próceres.
Los “descamisados”, como se les decía a los trabajadores, eran los que no tenían camisa. Usaban un poncho y abajo no tenían nada, literalmente.
A los plebeyos o el bajo pueblo, en ese momento no se les decía así, eran los hombres que usan poncho, y por otro lado los que usan chaqueta y levita. Y no solamente eran los pobres de la ciudad, también era la gente que trabajaba en el campo”, explica.
Descamisados” no sólo es un concepto argentino. En la Inglaterra del siglo XVII, se hablaba de los “Fellows whithout shirts”.
Ambas son  maneras de clasificar a la población pobre a través de la ropa”, dice el especialista.
En Francia, también había un término parecido: a los pobres se les decía sans culotte, que significa “el que no tiene culotte”.
Eran esos pantalones como los que usaba Belgrano, ajustados y cortos, que los pobres no tenían, ya que tenían pantalones todos rotos”, continua Di Meglio.
Aunque todavía no existía el concepto de moda como lo conocemos hoy, la imagen del gaucho fue el primer arquetipo nacional.
Hay una transición del gaucho desde el poncho, el chiripá, las botas de potro, el pañuelo en la cabeza con el sombrero –que después va a usar en el cuello– hasta la incorporación de prendas que vienen de Europa. Todavía no podríamos llamarlo ‘moda’, pero ahí se conforma una instancia primaria del arquetipo que representa lo nacional”, explica Jorge Moragues, director del Museo Nacional de la Historia del Traje.
La china (así se llamaba a las mujeres gauchescas) también hicieron su aporte a la creación de ese primer arquetipo, pero en un segundo plano.
Moragues argumenta que el aporte de esta figura femenina a nivel imagen no es sobresaliente, porque seguían manteniendo características netamente europeizantes,  como la falda, la camisa, el volado, la trenza y el moño. A diferencia de lo que pasó en otros países, no tomaron elementos y costumbres de las culturas originarias.
Las bombachas de campo aparecieron cuando los gauchos fueron estableciéndose como estancieros.
El director del Museo del Traje amplía: “Es interesante ver cómo ese traje que le dio posibilidades para moverse y andar se sigue usando por un período y después va a ser interferido por lo que hoy conocemos como las bombachas de campo”.
Las bombachas de campo no son argentinas: vinieron en un cargamento de la zona de Rumania y Polonia.
Por la guerra de Crimea, vinieron a parar a Uruguay y de ahí, por error, a la Argentina. Por eso es muy parecida esa imagen y la geografía de Hungría, con la Argentina. Esa cosa de la pampa, el personaje a caballo con bombacha, botas, es bastante similar. La bombacha es un rectángulo que se ata a la cintura, con una faja. La misma primero va a ser tejida o de cuero y después se coloca un cinturón ancho, una rastra, con diferentes motivos de plata y con monedas para darle una cosa como festiva, y eso le da una cierta posibilidad de lucirse como ser masculino”, dice Moragues.
La moda de la divisa punzó era típica de acá y no se repetía en ninguna otra parte del mundo.
Es una instancia de moda regional, de la época federal, que apareció en la zona del Río de la Plata. Dio el puntapié a que la Argentina se destacara porque no ocurrió en ninguna otra parte del mundo. Era una cosa absolutamente aislada y que daba a conocer una idea política. Los unitarios usan celeste, blanco y verde”, dice Moragues.
Los peinetones empezaron como un elemento chico para sostener el pelo (peinetas) y fueron creciendo. Algunos llegaron a medir hasta un metro veinte.
Fue una tendencia que llegó desde Europa. En concreto, de la tradición española. A medida que su tamaño fue aumentando, se les empezó a colocar la mantilla sobre ellos. Además, se usaba acompañarlos por vestidos de manga jamón (abuchonada a la altura de los hombros y estrecha hacia las muñecas).
Las peinetas se hacían con astas de animales y caparazones de las tortugas. Al ser de elementos orgánicos, a veces explotaban o se desintegraban.
De esa materia prima natural se obtenía un acrílico primario, que se calentaba, se estiraba y llegaba a ser tan traslúcido y resistente que también se usaba para hacer las ventanas de los barcos”, dice Moragues.
Actualmente, hay peinetones reales en el Museo Nacional de Bellas Artes y se pueden visitar.
Tienen talladas leyendas federales, por ejemplo: “Viva la federación”, o el perfil de Rosas y de la esposa de Rosas, doña Encarnación Ezcurra.
El término “dama antigua” no es del todo correcto.
Hay modismos del imaginario popular, que en el público pegan y siguen estando, pero no son correctos. Un ejemplo es el concepto de “dama antigua”, con el vestido torta y el peinetón. La dama romana y la dama gótica, entre otras, también son antiguas.
Los vestidos largos, armados –con distintos tipos de enaguas que le daban gran volumetría– se dejaron de usar porque era incómodos y se fueron acortando, ya que no había veredas.
El neoclásico, en la creación de lo que se conoce como la patria vieja, va creciendo cuando aparece el vestido con las mangas y con la falda. Pero se modificaron porque Buenos Aires era como un rancherío, las condiciones de las ciudades no eran óptimas para vestirse así”, expuso Moragues.
Levitas, fracs, jaqué y smoking: todos vienen de la tradición inglesa.
Moragues señala que después de la Revolución Francesa, Francia dejó de ser el centro y tomó protagonismo Inglaterra con tejidos como los tartanes y otros paños. También cuenta que la lana les ingresaba a través de Escocia, el algodón de las diferentes colonias y el lino desde Egipto. “Inglaterra se apoderó del traje masculino”, dice.
Las levitas tienen la característica de achicar la cintura del caballero.
Es una prenda que habla del lugar masculino que va a tener el hombre en la sociedad y tiene que ver con la época rosista. La exactitud y precisión al vestirse, con camisa, el chaleco y el corset, buscaban entallar y generar más prestancia. Se imponía el traje de la chaqueta, por la parte superior, la pierna o los pantalones largos, del mismo color, muy discreto, y la capa”, dice el especialista.
Si eran heridos en una batalla, los militares le dejaban su poncho a quien le seguía en la línea de mando, como si fuera una herencia.
El gesto se interpretaba como 'yo te doy mi armadura', era un legado al compañero. San Martín, Rosas y Quiroga usaban poncho. Además, agrega Moragues, como era muy difícil conseguir ropa en esa época de la colonia, aprovechaban de los heridos, los muertos, en las batallas y les robaban para usarla, venderla, o intercambiarla.
El poncho es antiquísimo y también se encuentra en otras culturas.
El especialista en historia de la vestimenta dice: “Si bien tiene una tradición latinoamericana, podemos encontrarlo en diferentes culturas. Ha sido traído por las primeras oleadas migratorias que vinieron de Oriente, no por el español.
 
Fte e Img: Ministerio de Cultura de la Nación
https://www.cultura.gob.ar/noticias/20-datos-curiosos-sobre-la-moda-en-1816/

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