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LA CASA DE TUCUMÁN

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Las paredes oyen y tienen memoria
Santa Cruz - Río Gallegos: Destellos Patagónicos: La fotografía de La Casa de la Independencia data de 1868, antes de su casi total demolición. Tomada por Angel Paganelli. Por Sergio Pelliza
Este es un espacio cedido generosamente por La Opinión Austral, hace más de doce años, que permite abrir una ventana para atreverse a ver a esta bendita tierra desde un ángulo diferente, el de la fantasía alimentada por el paisaje que cuenta cosas. Es lo que pasa con estos cuentos, donde la Patagonia Austral puede decir algo de su entrañable misterio, su sabor mágico, su temperamental carácter. De amores, sueños, alegrías, lágrimas, sangre, misterios, mágicos aconteceres que a veces se escapan de este mundo. De eso se trata en estos breves relatos. 
Las paredes oyen y tienen memoria
Estas paredes escucharon y guardaron recuerdos de quizás el más importante acontecimiento de nuestra historia. Era tanta la importancia de este evento que esta memoria, por no se sabe por qué misterioso poder, fue guardando copias, (como copias de seguridad de las que se hacen en las PC de hoy) hasta en el más pequeño cascote. 
Fue construida durante la década de 1760 por el comerciante Diego Bazán y fue el regalo de bodas que le hizo a su hija Francisca, cuando se casó con Miguel Laguna.
 
En 1812 el Primer Triunvirato la alquiló para destinarla al alojamiento de personal militar que había participado en la batalla de Tucumán y estuvieron allí hasta 1815. La casa no quedó en muy buenas condiciones y el gobernador Bernabé Aráoz, ordenó que el Estado pagara los arreglos y se la alquilara a Francisco Bazán para instalar allí la Caja General, la Aduana Provincial con sus almacenes y los Almacenes de Guerra. 
Respondiendo al gusto arquitectónico de aquellas épocas, era maciza en extremo, al punto que, en cambio de exceso de solidez, faltaban elementales comodidades de buen gusto y de confort.
 
Lo principal de aquel caserón, era una Sala, que si bien era espaciosa, como recibidor en casa de familia, resultaba mezquina y pequeña para ser el escenario de los sucesos, que la historia le reservaba como protagonista. La casa era de una sola planta y poseía un patio rodeado de habitaciones; dos de ellas, paralelas a la fachada, que pudieron adaptaron para las reuniones del Congreso, por lo que debió demolerse una pared divisoria, para formar un salón de 15 metros de largo por 6 de ancho, que resultara apto para la reunión de todos los representantes de las `provincias que allí debían sesionar en julio de 1816.
Como parece ser una costumbre nuestra muy antigua. No terminamos nunca de entender que es necesario ocuparse además de lo urgente, de lo importante.
Es así que pasado el acontecimiento relevante, pocos se ocuparon de lo importante, de conservar el hogar donde había nacido nuestra independencia. Es así que los gobiernos no realizaron intensiones serias para conservar nuestro patrimonio histórico, hasta el año 1903 en que se vio la posibilidad de demolerla por completo, debido a su pésimo estado de conservación.  
La única parte del edificio que fue salvada de la demolición fue el Salón de la Jura de la Independencia. En el año 1904, por orden del gobierno nacional, (Presidencia de Roca), éste fue cubierto por un templete o pabellón de ladrillos, con abundantes estructuras de hierro y vidrio, de estilo Art Nouveau.
La artista escultora Lola Mora, artista y liberal, se tomó también la libertad de colar entre los congresales la imagen de Julio A Roca, quien había sido su protector y mecenas. Y ahí está, desapercibido para muchos, pero como protagonista de un hecho histórico ocurrido 27 años antes de que naciera.
 
Como fuera, se logró la independencia política en los papeles. Luego hubo muchas guerras para realmente lograrla– Apenas 6 años después en 1823 con el primer empréstito por un millón de libras de Martin Rodríguez, Gobernador de Buenos Aires, de los que apenas llegan 20 mil en efectivo y 100 mil en letras de cambio el resto se diluyó en intereses usurarios…se comenzó a perder la independencia económica. 
La historia parece repetirse. Quizás, una de  las causas sea que no escuchemos a los cascotes, que guardan desde 1816 la memoria de esas venerables paredes que fueron el hogar de nuestra independencia. Si las escuchamos nos están diciendo… la libertad política era urgente. La económica es importante. Si no entendemos bien, existe el riesgo de perder ambas. 
Fte e Img.: La Opinión Austral
https://laopinionaustral.com.ar/destellos-patagonicos-49/
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