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GESTUALIDADES

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Jujuy: Un medio jujeño hizo referencia a las gestualidades del gobernador en los informes del Comité Operativo de Emergencia, "Morales apela a íconos y estereotipos de la tradición jujeña, pero deformados e invertidos". La mirada de un especialista.
El discurso se considera algo más que el lenguaje oral o escrito, se refiere a cómo se usa el lenguaje en la realidad de los contextos sociales. "Cuando la conducta corporal, la gestualidad, la impulsividad, la pose, la actuación, el histrionismo, la escenografía, lo icónico, lo “coreográfico”, dominan el mensaje, se usan recursos típicos y ya probados con éxito durante eventos revolucionarios y propagandísticos".
Análisis a cargo de Néstor Martiarena.
En Jujuy al igual que en el resto del mundo atravesamos una importante situación sanitaria que puso en tela de comentarios a los diferentes gobiernos y sus medidas tomadas, en este caso el medio "Jujuy Dice" realizó una exhaustivo análisis de los discursos del gobernador Gerardo Morales que realiza 'casi' diariamente con el Comité Operativo de Emergencia.
Néstor Martiarena, es doctor en Administración y Política Pública, Psicólogo, ex Prosecretario de Comunicación Institucional de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, e indaga sobre lo siguiente:
"Se dice que estamos en la era de la imagen. Pero en verdad, siempre la mente humana se ha visto primaria e intensamente orientada por las emociones y hacia el pensamiento y las representaciones analógicas. Lo corporal y lo imaginario, entonces, vienen con nosotros, mucho antes que la cultura o alguna era nos lo impongan.
El poder creador de conciencia, “iluminador”, psicoevolutivo, de la imagen en su transición psíquica hacia el despliegue de la palabra, es enorme. En los años ’60 decía Jerome Bruner, un psicólogo cognitivo de gran influencia en la educación, que existen tres modos de representación: activa (basada en la acción corporal), icónica (basada en imágenes) y simbólica (basada en el lenguaje). Gradualmente complejizamos nuestro pensamiento, por decirlo de un modo didáctico, pasando de actores, músicos y mimos; a ensoñadores y dibujantes; y de allí a poetas, cantantes, escritores y científicos. Gradualmente pasamos del pensamiento mágico, al pensamiento maduro. Aunque si nos descuidamos y el egocentrismo o la ansiedad nos dominan, fácilmente podemos sufrir lo que el psicoanálisis denomina regresión, un retroceso a un estadio anterior del desarrollo.
Analicemos la comunicación gubernamental jujeña, en el actual momento histórico signado por la pandemia.
 
En comunicación política, se puede apelar más o menos a cada uno de estos modos representacionales. Cuando predomina el lenguaje, lo discursivo, lo dialógico, bien elaborado y desarrollado con oratoria clara, lógica, respeto y conceptos bien fundados, la acción comunicativa es claramente promotora de una democracia. En cambio, cuando la conducta corporal, la gestualidad, la impulsividad, la pose, la actuación, el histrionismo, la escenografía, lo icónico, lo “coreográfico”, dominan el mensaje, se usan recursos típicos y ya probados con éxito durante eventos revolucionarios y propagandísticos que requerían una rápida aceptación popular o durante los regímenes fascistas que buscaban consolidar su autoritarismo en el tiempo.
Para tratar de comprender el sentido de la comunicación del gobierno provincial, se observa que Morales apela a íconos y estereotipos de la tradición jujeña, pero deformados e invertidos, cual reflejo surrealista en espejo deformante de museo interactivo para niños. Se opera en el mensaje una in-versión, una versión en negativo, del imaginario social histórico y sus valores.
Se toma un acontecimiento histórico paradigmático como el Éxodo Jujeño, muchísimo más memorable de lo que será el Covid-19, y se construye un relato similar, aunque deformado e invertido. Vía metáforas el gobernador habla hoy también de “guerra” contra un “invasor “, una amenaza “que viene de afuera”. Inversamente al Éxodo, en lugar de dejar tierra arrasada para defender el proceso independentista y marchar luego al Sur; “arrasa la tierra” durante cuatro años y medio (endeuda haciendo inviable la economía, instala una justicia títere del ejecutivo, extiende la violencia de género e institucional a todo el estado) y luego nos encierra, justificado por “el bicho”, ese nuevo ejército realista, invisible, que asola nuestro futuro. No es un éxodo heroico. Es, creando un neologismo, un “ínodo” narcotizante. Etimológicamente, sería un “camino o ruta hacia adentro”, hacia el ensimismamiento o encapsulamiento, palabra bastante repetida por el ministro Ekel Meyer.
El Éxodo Jujeño reveló coraje y patriotismo. El ícono Moralista encubre ineptitud y soberbia, como mínimo.
En su proyecto de manipulación mediática, disciplinamiento social y naturalización de las violencias institucionales, toma también de modo deformado e invertido las recomendaciones de Belgrano a San Martín, cuando en Yatasto y en epístolas, le sugería: “La guerra en el Norte no sólo la ha de hacer usted con las armas, sino con la opinión” … “Acuérdese usted que es un general cristiano, apostólico, romano”. Morales, viéndose en su espejo como un supuesto libertador, adopta de repente como ícono a la Virgen de Paypaya. Así como hace unos años le era oportuno inventarse una espiritualidad andina junto al expresidente Macri o su pareja Tulia.
Con el mayor de los respetos por las espiritualidades, tanto originarias como cristianas; al estado lo que es del estado y a la espiritualidad lo que es de la espiritualidad. Lo sugirió Jesúcristo hace más de dosmil años: mezclar lo religioso con lo gubernamental, es perverso. Para invocar a la Virgen está el Obispo. Pero Morales también pretende imponer a través de la imagen, de su espejo deformante, de sus shows histriónicos en el COE TV, el imaginario de un gobernador-sacerdote, un “estadista-fundamentalista". Pero no es un fundamentalismo religioso. Es aún más riesgoso. Es un fundamentalismo personalista, autocrático. No por nada el mote que ya tiene Morales, es el de “emperador”.
La ciudadanía, en este espejo de feria, ocupa para Morales apenas el sufrido lugar de penitente autoflagelándose irracionalmente, de feligrés fanático del emperador. No el de ciudadano reflexivo, crítico, participante y con derecho al disenso, propio de una democracia. Algunas personas, incluso, parecen dispuestas en las redes sociales a inmolarse discursivamente por defender a sus ídolos de barro (el gobernador y sus ministros de seguridad, de educación y de salud, por nombrar los más embriagados por la soberbia).
 
El imaginario impuesto, no invita, exige, como lo hace todo imperialismo político, adoptar la irracionalidad y la fe ciega en el gobernante convertido, en el reflejo del espejo mediático, en un ser todopoderoso, omnipotente. Fiel discípulo de Donald Trump diciendo todo tipo de improperios ante la mirada atónita de sus funcionarios técnicos y la mirada embriagada de poder de sus funcionarios más obsecuentes.
Pero no se puede tapar el sol con una hoja de coca. Cada vez más, la ciudadanía comprende que la autocracia es sumamente riesgosa para la vida, no sólo para la democracia. La comunicación gubernamental dominada por la mentira, el ocultamiento de lo evidente y la testarudez siempre llevan al desastre político y humanitario. Stalin, Hitler, Trump o Bolsonaro lo demuestran.
Durante años, en la universidad y como consultor privado, me he dedicado a investigar las representaciones sociales. Particularmente mediante la metodología del cientista social francés Jean Claude Abric, que permite elaborar mapas de la estructura de representaciones compartidas por un grupo o población. Para este autor, las representaciones sociales funcionan como un sistema de interpretación de la realidad que gobierna las relaciones de los individuos con su entorno físico y social, determinando sus comportamientos y sus prácticas. Se trata de una dimensión que tiene que ver con lo afectivo.
Durante 2019, realicé una de estas indagaciones mediante encuestas para graficar la imagen pública de la gestión del gobierno de Gerardo Morales, unas semanas antes de las elecciones que lo llevarían a su segundo y actual mandato. En esa ocasión hicimos un relevamiento a una muestra significativa en abril y un segundo estudio entrado mayo.
La teoría de Abric plantea que toda representación social está integrada por un núcleo central que contiene las nociones más difundidas y compartidas sobre el tema indagado, rodeado por una serie de anillos concéntricos con elementos de significación progresivamente periféricos o de menor consenso.
La primera “foto” estructural de la representación social sobre el gobierno de Morales concentraba en su núcleo tres términos: “incompetencia”, “mentira”, “corrupción”. La segunda “foto”, a días de las elecciones, indicaba como contenidos centrales: “mala gestión”, “autoritarios”, “mentira”, “corrupción”.
En ese momento un 14,55 % del electorado que antes lo había elegido tomó conciencia del peligro y no lo votó (en 2015 ganó con el 58,31 % y en 2019 con el 43,76 %). Seguramente hoy, ante la evidencia legal, administrativa, económica, periodística, social y política, más gente sigue esclareciéndose. La soberbia y el ocultamiento de quienes se valen del estado para hacer negocios financieros (endeudamiento por infraestructuras como la de Cauchari cuya posibilidad de recupero de la inversión es nula proyectada a veinte años) y negocios comerciales espurios (posible contrabando de hojas de coca y comprobado intento de exportación de marihuana con fines recreativos contrariamente a toda legalidad nacional) han puesto a la provincia en jaque.
El emperador está desnudo. Hagámoselo saber. Hagámosle saber que no queremos un emperador, sino un gobernador democrático, una justicia provincial independiente, una institucionalidad sin ambigüedades. Recordar, por caso, como síntoma de ello, la ampliación del Superior Tribunal de Justicia con militantes confesos de la autocracia; la “invención” del Ministerio Público de la Acusación como duplicación innecesaria del Ministerio Público Fiscal; o los funcionarios ejerciendo violencia de género y violencia institucional.
El gobierno autocrático siempre impacta biopolíticamente[2]: enferma, encierra el pensamiento y mata. La irresponsable gestión del coronavirus en Jujuy refleja, cada vez más evidentemente, esa violencia".
Fte e Img: Jujuy al Momento
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