Tercer Premio (compartido) del Concurso Nacional de Cuentos Navideños 2019 de la Fiesta Nacional de la Navidad del Litoral.
Misiones: Hace muchos años, en un tórrido verano, en la selva misionera, región del gran Cacique Mbyá, corrió la noticia del nacimiento de un nuevo rey, en una pacifica tribu del otro lado del mundo.
Catý, la esposa de Tupaitá lo urgió con el deber y el protocolo de enviarle al nuevo tuvicha, que parece que ha venido por envío de los mismos dioses, los regalos pertinentes. Tupaitá no pudo dormir más. Devanándose los sesos y tratando de imaginar, de pensar y crear algún presente, para este emperador que ha nacido, allá lejos.
-¡Piedras preciosas! Fue el consejo de unos de los jefes de los guerreros. Nuestro cacique comenzó a mirar los cuarzos, las amatistas y las piedras de colores que le ofrecía el majestuoso Paraná en sus riberas. A Tupaitá le parecieron deslucidas las brillosas piedras y los transparentes cristales, en relación a la importancia del regalo que debía cumplimentar.
Su hija mayor, con el séquito de vírgenes de la tribu, le trajo en jaulas de tacuapí, toda una colección de iridiscentes lagartijas e iguanas. La cara del cacique se ilumino, pero al evaluar la distancia y los imprevistos que podían suceder en el viaje, al lejano oriente, descartó la idea.
Pájaros, loros y guacamayos de plumajes coloridos y brillosos ¡Esa es la mejor idea! Jaulas y canastas llenas de miles de aves que canten desde sus entonadas gargantas, serían trasladadas como presente al lejano imperio del sol. Pero también los peligros y los percances del viaje jugaban en contra.
-Padre, yo voy con los Mainumbý Punzó. Son los pequeños colibríes que todas las mañanas vienen a mi jardín a beber el dulce néctar de las flores. Durante el viaje yo los puedo alimentar con miel de Yatei, si no hubiera flores. Ellos me siguen porque yo los alimento todas las mañanas, - propuso Patý, la hija menor de la pareja real.
Efectivamente la niña había logrado, a costa de paciencia y de constancia, amansar a los rojos colibríes que todas las mañanas, junto con los picaflores tornasolados, azules y verdes, venían a beber el néctar de las flores del palacio real y de la miel de sus manos.
Tupaitá comenzó, sin dudar los preparativos. La solución le pareció acorde a la necesidad y de nivel suficiente a la demanda. Un enjambre de Mainumbíes Punzó, de regalo para el emperador. Se eligieron y alistaron seis de los más fuertes guerreros y seis de las más hacendosas jóvenes mujeres, para que acompañen a Patý, como comitiva real. Debían proteger y atender a la princesa y cuidar del presente real.
Antes de que el rojo sol, Cuarahí, saliera de detrás del horizonte, partieron tres canoas, fuertemente pertrechadas, bajando las correntadas del Paraná. La luna, Yasí, se hinchó y volvió a decrecer tratando de alumbrar el camino de Patý.
A Belén llegó el enjambre de colibríes rojos, brillando y destellando, al momento en que el rey Gaspar dejaba su ofrenda de Incienso delante del pesebre. Todo se transformó en una fiesta. María, José y el niño reían a carcajadas viendo, entre los palos del establo y entre las ramas de los árboles, bailar y danzar a los angelitos que armaban hermosas rondas con los mainiumbíes rojos, al son de los villancicos. Los tres reyes magos y los pastores, recién llegados, se agregaron a la fiesta y con sus comitivas, bailaron al son de flautas, bombos y guitarras.
Una vez terminada la fiesta, Patý tuvo que regresar a su tierra colorada. En la despedida, y en todo el viaje de regreso, ella regó de lágrimas de alegría el camino recorrido. Lágrimas de satisfacción, por haber cumplido con la misión que le delegara su padre, el rey de la tribu más valiente de la tierra misionera.
Los fuertes guerreros y las mujeres, que cuidaban celosamente a la princesa, no se percataron que de cada lagrima que caía por el camino y a la vera de los ríos, brotaba una planta de ceibo. Hermosas plantas que, al florecer, regalaban al mundo hermosas flores de un intenso color rojo.
Aún hoy, cada planta de ceibo, al florecer, dona al mundo, cerca de las navidades, miles de flores, que, si miramos atentamente, descubriremos que son la bandada de mainumbíes Punzó que regaló Patý, al niño Jesús en su nacimiento.
Fte e Img: El Territorio
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